martes, 28 de febrero de 2012

¿Y ahora adónde vamos? (Et maintenant, on va où? - Where Do We Go Now?)


Valoración: 8/10

Nadine Labaki, quien ya sedujera a medio mundo con la dulzura de su primer largometraje, “Caramel”, regresa al cine social y a su personal y esperanzada perspectiva  que reivindica desde la sonrisa. Con este segundo trabajo logró colarse en el festival de Cannes y arañar una nominación en los Critics Choice  Awards, además de, una vez más, alzarse con el premio del público en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, donde consiguió una de las mayores, más emocionantes y más largas ovaciones vistas en el certamen.

Si bien “Caramel” nos narraba la realidad de un país desde el núcleo de su populosa urbe, “¿Y ahora adónde vamos?” Nos lleva a una perdida, perdidísima, y diminuta zona rural. Allí la división religiosa entre cristianos y musulmanes es latente, y los efectos colaterales de la guerra hacen de ella un abismo. Con todo ello incluso el cementerio del pueblo se bifurca, incluso en la muerte los habitantes de la aldea están separados.  De nuevo, como sucedía en “Caramel” veremos este  mundo desde los ojos de las variopintas mujeres que allí habitan y sufren ante la continua pérdida de seres queridos y el agravante de ver su mismo recóndito pueblo, dividido. Su creatividad se verá alimentada por la desgracia e idearán todo tipo de planes, de lo más dramático a lo más divertido y bohemio para distraer la atención de sus hombres y obviar guerra, religión, política… y buscar la unidad en lo más básico que vincula a los seres humanos.

Nadie Labaki no sólo dirige, sino que también firma el guión y protagoniza esta película. Junto a ella un abanico de personajes que se nutren de actores amateur mezclados con profesionales, lo que dota a la producción, no de un aspecto primerizo o descuidado, sino de una veracidad que contribuye a la empatía del público con aquello que le están contando, incluso cuando les separe un abismo cultural. A este hecho contribuye también el divertido y a la par inteligente guión, que busca en lo cotidiano, en lo más sencillo, su vehículo para contarnos una historia que si bien bebe de fuentes de conflicto y tristeza, retiene la esperanza en la capacidad del ser humano para avanzar y perdonar.

De visionado amable y agradable y con una factura técnica e interpretativa cuidada y cercana, Nadine Labaki vuelve a rubricar un producto de calidad y a contar historias concretas pero de una universalidad total que llegan al corazón de cualquier espectador e invitan a la duradera sonrisa. Recomendable.

-Enoch-

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