lunes, 14 de marzo de 2011

Siempre me ha fascinado la Noche


Siempre me ha fascinado la noche. Me gusta caminar por las calles a altas horas de la madrugada, bien arrebujado en mi gabardina, e imaginar que soy el único ser vivo del planeta. Podría decirse que soy un animal noctámbulo.
En la madrugada del Viernes, 14 de enero de 19... , me encontraba paseando por la Calle Mayor, en la ciudad de M… cuando fui testigo de la siguiente escena.
Una chica joven, vestida de forma muy ligera para la época del año, se encontraba parada en mitad de la acera y mirando a ambos lados de la calle con ansiedad. Parecía que buscaba o esperaba algo.
En ese momento se acercó a ella un caballero alto y delgado, vestido con elegancia y que se ayudaba de un bastón para caminar. Se inclinó sobre su oído y pareció susurrarle algo. Ella, que parecía asustada, negó con la cabeza vigorosamente varias veces. El caballero volvió a insistir y ella volvió a negar.
Cuando me decidí a intervenir, ya que me parecía evidente que trataba de molestarla o intimidarla, el caballero sacó algo del bolsillo y se lo mostró. Debido a la distancia que nos separaba no pude ver bien lo que era, aunque me pareció un reloj de bolsillo o un medallón. En el acto, la joven se cogió del brazo del caballero y se marcharon. La escena me pareció algo anormal, y como no tenía nada mejor que hacer, me propuse seguirlos. Caminaron juntos durante un rato, siguiendo un itinerario que a mí me pareció bastante extraño. Incluso llegué a pensar que el caballero se había percatado de que los seguía y trataba de despistarme.
Sin embargo, al cabo del rato, se detuvieron en una calle de las afueras. Entonces, el caballero empezó a mirar a su alrededor como si buscara algo. Después de avanzar y retroceder en varias ocasiones, se acercó a la puerta de un edificio grande y medio en ruinas que había al final de la calle. Llamó a la puerta. Yo me había agachado detrás de un coche para poder observarlos a ellos, pero desde donde estaba, aunque veía perfectamente la puerta, no podía mirar directamente al interior de la vivienda.
Cuando se abrió, el caballero le dijo algo a una persona (no pude ver si era hombre o mujer) del interior, y acto seguido entró seguido obedientemente por la joven.
Esperé durante un rato y viendo que no volvían a salir, me aventuré a acercarme. Tal y como había hecho el caballero antes que yo, llamé a la puerta, con tres golpes separados y firmes. Sin embargo, no pasó nada. La puerta no se abría, por lo que volví a llamar varias veces. Entonces acerqué mi oído a la puerta, tratando de escuchar cualquier sonido que saliera de su interior. Sólo había silencio. Eran las tres de la madrugada, por lo que viendo que no conseguiría aquella noche enterarme de nada más, opté por marcharme, no sin antes anotar cuidadosamente la dirección de la casa.
A la mañana siguiente, después de desayunar convenientemente y echarle un vistazo al periódico, salí de mi apartamento con el firme propósito de averiguar que misterio albergaba la casa que había visto la noche anterior. Como no conocía la dirección que había anotado recurrí a un plano de la ciudad, pero extrañamente, ésta no aparecía en él. Traté de realizar el mismo itinerario de la noche anterior varias veces, pero en ningún caso llegué a dar con la dichosa calle. Finalmente desistí y traté de averiguar la información a preguntando a un agente de Policía Local. Éste, sorprendentemente, tampoco me supo dar razón, y dijo incluso que desconocía que aquella calle existiese, lo cual me intrigó aún más. Como no pude obtener más información regresé a mi despacho y traté de trabajar un rato, olvidando momentáneamente el tema.
Sin embargo, no podía quitarme de la cabeza la figura del caballero del bastón. También era para mí algo singular el hecho de no haber podido averiguar nada en relación con la extraña casa donde había entrado con la joven.
Por ello, esa noche, procuré estar de nuevo en el mismo lugar y a la misma hora. En lugar de pasear como acostumbraba, me dediqué a observar con atención. Al principio no ocurrió nada. La calle Mayor permanecía silenciosa y solitaria y yo parecía ser el único ser vivo que se atrevía a perturbar la noche. Pero poco después de que sonaran las dos campanadas en el reloj del Ayuntamiento, vi acercarse al extraño personaje.
Caminaba lenta y silenciosamente a pesar de su cojera y sólo el sonido de su bastón golpeando el suelo rompían la quietud de la noche.
Esta vez no había ninguna muchacha. Sólo yo permanecía en la calle y, sin duda, era a mí a quien se dirigía esta vez. Hasta pensé en correr despavorido como un colegial, pero el miedo me atenazaba. Cuando llegó a mi altura se paró frente a mí. Entonces pude fijarme mejor en su fisonomía. Además de alto era también fornido. Aunque aparentaba unos sesenta años o más, no daba ninguna impresión de fragilidad. De ancha espalda, tenía unos brazos excesivamente largos en comparación con el resto de su cuerpo. Sus manos eran enormes y sus dedos eran largos y fuertes. Pero fue su rostro lo que más me impresionó. Era fino y alargado, mas dotado de una ancha frente. A pesar de su palidez, sus ojos grandes y redondos como los de un búho, le conferían una gran vida. Traté de fijarme pero no pude distinguir su color real, ya que unas veces parecían de color gris, aunque instantes después tenían un azul tan intenso, que me extrañaba de cómo podía haber pensado nunca que eran de otro color. Su nariz era larga y curvada en la punta, y parecía moverse, como si olfateara. Por último, su rasgo más espantoso era su boca, ancha y grande, equipada con unos dientes largos y rectos y muy, muy afilados. Me miró de arriba abajo, lenta y pausadamente, para concentrarse finalmente en mis ojos. Después de unos segundos, durante los cuales no pude pronunciar palabra, me habló. Su voz era grave y profunda, y usaba un tono susurrante, hipnótico:
-¿Nos conocemos?- inquirió.
-Creo que no, señor…
-Dejemos los nombres, de momento. Usted no me conoce a mí, pero yo sí le conozco a usted. Sé que le agrada pasear por las noches y espiar los asuntos ajenos ¿Me equivoco?
Yo quise contestar algo, alguna excusa, pero cuando me disponía a hablar, pareció como si se me pegara la lengua al paladar, y me fue imposible pronunciar palabra.
-Está bien. Vendrá conmigo y su curiosidad será satisfecha. Para siempre.
Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Inmediatamente algo, no se qué, se apoderó de mí. Como si fuera una marioneta, me movía a impulsos, siempre en pos del cojo diabólico. Traté de gritar, pero seguía sin poder articular palabra alguna.
De esta forma caminamos lo que a mí me parecieron horas. Extrañamente no nos cruzamos con nadie en ningún momento, a pesar de atravesar algunas calles que yo sabía que eran bastante concurridas, aún de noche.
Finalmente llegamos al mismo lugar de la noche anterior. De nuevo, el viejo recorrió la calle con la mirada, hasta que finalmente pareció fijarse en una casa en concreto.
Enseguida reconocí la puerta a la que yo había llamado la noche anterior sin resultado alguno.
-¿Le suena el sitio?- me preguntó. Yo no podía hablar, así que negué vigorosamente con la cabeza. Entonces el viejo echó la cabeza hacia atrás y lanzó una carcajada horrible.
-Vamos, amigo mío. No sea usted embustero- volvió a reírse- pase usted y tome algo caliente.
Lo que menos deseaba en ese momento era entrar en esa casa con el horrible viejo. Sin embargo mis miembros se negaban a obedecerme. Llamó a la puerta (igualmente dio tres golpes fuertes) y al cabo de unos segundos ésta se abrió. Mi corazón latía con fuerza.
Miré hacia el interior con aprensión, pero al principio no pude vislumbrar nada con claridad. El interior era muy oscuro. A pesar de ello, el viejo se introdujo con seguridad en la antesala e inevitablemente, yo le seguí.
No había nadie. La casa parecía estar vacía.
-Sígueme, muchacho. Ven, te voy a presentar en sociedad- dijo sonriendo el viejo caballero.
Le seguí hasta una polvorienta habitación, aparentemente vacía. Parecía un despacho, aunque el abandono en que se encontraba denotaba que no había sido usado en años, por lo menos.
-Je, je ,je, saluda a mis amigos, muchacho- me dijo.
-¿A quién?, aquí no hay nadie- creo que contesté yo.
-¿No? Mira bien.
A pesar del miedo que sentía, concentré la visión, tratando de adaptarla a la oscuridad que nos envolvía. Al cabo de unos instantes me pareció empezar a adivinar una serie de siluetas en el interior de la habitación. Pero extrañamente, y a pesar de que mis ojos parecían haberse adaptado casi totalmente a la semipenumbra, los torsos que observaba me parecían totalmente carentes de corporeidad, como fotografías desvaídas. En cualquier caso mi extrañeza no duró mucho. Un golpe sordo y pesado me arrancó de la realidad y no vi nada más.

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Todo había sido un sueño. Una pesadilla creada por una mente afectada por la soledad y una imaginación desbordante. Ahora despertaría y todo volvería a ser como antes. El viejo caballero con su bastón, la casa misteriosa, los fantasmas o monstruos que la habitaban, regresarían de nuevo a la enfermiza prisión de mi mente.
Alargué la mano para encender la luz pero en lugar del interruptor, sólo hallé vacío.
Traté entonces de levantarme, pero algo me aprisionaba y me impedía moverme con libertad. Entonces tanteé con las manos hacia abajo, donde se encontraban mis piernas y logré tocar algo frío y pesado. Reprimí un grito. Haciendo esfuerzos para sobreponerme al terror que me volvía a atenazar, seguí tocando. El objeto era el eslabón de una cadena que llegaba hasta mi tobillo derecho y me mantenía sujeto a una columna de la habitación dónde me encontraba. Entonces, con ambas manos, traté de explorar mi entorno más inmediato, tratando de hallar algo que me proporcionara pistas sobre el lugar donde (no me cabía ahora duda alguna), me mantenían encerrado. Sólo logré romper algunas telarañas y desgarrarme un dedo con algún objeto cortante que pendía de la pared.
Con el paso de las horas mis ojos consiguieron adaptarse a la oscuridad y entonces pude vislumbrar mejor el lugar donde me encontraba. Se trataba de una habitación estrecha y alargada, de forma algo parecida a un rectángulo. No había ningún mueble ni elemento decorativo. Tampoco lograba ver ninguna puerta o abertura, aunque supuse que debía haberla. Traté de buscar el instrumento con el cual me había producido el corte en el dedo. Cuando logré hallarlo lo palpé cuidadosamente. Parecía ser algo parecido a un gancho metálico y se encontraba sujeto a un objeto de madera que atrajo inmediatamente mi atención. Después de tocarlo y “observarlo” durante varios minutos, llegué a la conclusión de que se trataba de una caja de madera. No podía vislumbrar su tamaño y dimensiones con exactitud, pero por lo visto era rectangular, con lo cual guardaba ciertas similitudes con la habitación donde se hallaba y su altura era algo superior a la de un hombre normal. Traté de abrirla tirando del gancho, pero me fue imposible. La golpeé entonces con los nudillos, llegando a la conclusión de que contenía algún objeto en su interior.
En ese momento comencé a oír, en la lejanía, las campanadas de un reloj. Las conté cuidadosamente. Doce campanadas. Las doce, pero… ¿de la noche o de la mañana? Lo ignoraba. El silencio, roto poco antes por la campana del reloj, volvía a ser absoluto. Sólo el viento, que golpeaba alguna ventana mal cerrada, me recordaba que estaba despierto. Entonces me pareció oír algo. Algo se movía en el interior del cuarto.
-¿Quién hay ahí?- grité- durante un momento, el ruido cesó. Volví a gritar con más fuerza:
-¡Socorro! ¡Ayúdenme, por favor!- me contestó el silencio.
De nuevo un ruido, como muebles viejos, desplazados por alguien. Traté de abarcar con la mirada el recinto donde me encontraba, buscando el origen del mismo. El ruido se hizo más fuerte y al fin pude averiguar su procedencia. Era la caja de madera. Alguien o algo trataba de abrirse paso desde su interior.
-¡Dios mío!- exclamé. ¿Quién eres? ¿Qué queréis de mí?- exclamé.
Por un instante dejó de moverse, de empujar…dos segundos, tres, cuatro… una carcajada quebró el silencio. La carcajada se transformó en risa. Risa de loco. Risa de demonio. Al instante sentí como era lanzado al otro extremo del cuarto, siendo frenado en el último momento por la cadena que me mantenía sujeto, arrancándome un grito de dolor. Cerré los ojos, desesperado. Esto no podía ser. Era un sueño, una pesadilla enfermiza. Quería despertar…
Sentí el contacto frío de unas manos muertas. Mis ojos se abrieron. No había nada. Sólo unas esferas rojas, que se fueron haciendo más y más grandes. Un olor hediondo penetró en mi nariz. Era el olor de la muerte putrefacta.
Finalmente vi. El rostro más espantoso que haya existido nunca. Sin embargo, sus ojos, grandes y rojos, eran hermosos. Me olvidé de todo; del miedo, del dolor, del olor nauseabundo que inundaba mis fosas nasales, y me sumergí en esos ojos. En mi mente se hizo el vacío, y me dejé llevar lejos, muy lejos. Sólo una súbita humedad en mi cuello seguido de una lejana sensación de succión. Luego la nada.

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Éstos son mis últimos recuerdos. Tampoco sé cuánto tiempo ha pasado desde entonces. Nunca he podido averiguar cual era mi identidad mortal. Soy Ctulhu, y es el único nombre que conozco. Me lo dio mi creador, Dissaor, que es el Primer Vampiro, en homenaje a una de las seiscientas sesenta y seis Criaturas de las Tinieblas que formaron la Primera Generación.
Soy vampiro, No-Muerto, y como tal, he dejado de sentir dolor, amor, odio… sólo me queda la lujuria y la sed. Tampoco sé porque Dissaor, Primer Vampiro me eligió a mí. Sin embargo os diré algo. Todos, desde nuestro nacimiento, pertenecemos a dos órdenes, a la de la Luz o la de la Oscuridad. Quien es de la Luz no puede ser de la Oscuridad y viceversa. Fui llamado a las Tinieblas porque siempre he sido una Criatura de la Noche. Asimismo, sólo puedo llevar a la Oscuridad al que ya pertenece a ella, ya que si no es de la Oscuridad, volverá a la Luz.

Siempre me ha fascinado la noche. Me gusta caminar por las calles, a altas horas de la madrugada…

- Nosferatu - 

1 comentario:

  1. Enhorabuena, Nosferatu, me ha encantado tu relato y me has dejado con ganas de más. Muy bueno!!

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